Por qué "sapiencial"

«Permanezca más allá de todo pensamiento, en una silenciosa conciencia de ser»

Nisargadatta

«El lugar arquetípico de la sabiduría, en buena medida silenciado en nuestra civilización, es precisamente aquel que aúna, de forma indisociable, conocimiento, experiencia directa, transformación personal y liberación interior. El que evidencia que no hay verdadera filosofía sin “despertar”: sin una modificación profunda de nuestro ser que es el preámbulo de la visión interior; que el compromiso con la verdad pasa por el compromiso con la propia veracidad, y que, cuando no es así, el conocimiento filosófico no sólo es estéril, sino falaz: un mero mecanismo de autojustificación; que el saber más profundo no es el que versa sobre la realidad, sino el que consiste en la experiencia de comulgar con ella; y el que evidencia, por último, que esta experiencia es solo posible a través de la comprensión de nosotros mismos, ahondando en las raíces de nuestra identidad».

Mónica Cavallé, La sabiduría recobrada

Por qué «sapiencial»

 

Hay formas diversas de entender y de practicar el asesoramiento filosófico. No todos los filósofos asesores comparten el mismo enfoque, los mismos métodos y los mismos presupuestos filosóficos. Denominamos a nuestra particular concepción del asesoramiento filosófico: “asesoramiento filosófico sapiencial” (AFS).

Enumeramos algunas características que especifican este enfoque frente a otros:

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Parte de una concepción amplia del término filosofía según la cual esta no equivale únicamente a la historia del pensamiento occidental, sino que abarca también el pensamiento radical y crítico de otras culturas. Si bien puede ser objeto de polémica si ciertas acepciones estrechas del término “filosofía” tienen, o no, un alcance intercultural, no sucede así con la acepción más amplia de dicho término, la que lo hermana estrechamente con el de “sabiduría”. Hoy en día la interculturalidad del pensamiento es una exigencia si no queremos incurrir en el “provincianismo” cultural. En esta línea, resulta particularmente enriquecedor el diálogo de la filosofía occidental con las tradiciones orientales de sabiduría.

 

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Según esta concepción amplia de la filosofía, más respetuosa con el sentido originario de esta actividad, esta concierne tanto al ejercicio de las facultades discursivas como contemplativas. El AFS retoma el sentido originario del término theoría para el pensamiento antiguo: contemplación, mirada directa, atenta y desinteresada; un sentido muy alejado del que la ha llegado a identificar con una cierta construcción intelectual. El diálogo filosófico no es solo un espacio de indagación racional, sino también de toma de conciencia y de discernimiento contemplativo —de ejercitación en la capacidad de estar lúcidamente presente en un estado de “conciencia sin elección” (Jiddu Krishnamurti)—. Este diálogo indisociablemente indagativo y contemplativo distingue este enfoque de aquellos que identifican, en buena medida, el método del AF con el denominado “rational thinking”, es decir, con el ejercicio del pensamiento discursivo y conceptual entendido exclusivamente como deducción sustentada en las leyes de la lógica y de la probabilidad.

 

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Uno de los objetivos centrales del AFS es el conocimiento de sí mismo entendido como un conocimiento de alcance no meramente psicológico sino ontológico. El AFS parte del supuesto de que el asesorado es alguien cuya identidad central en ningún caso puede definirse por sus contenidos, procesos o estados mentales; de que, en su más íntimo centro, es más originario y potencialmente más fuerte que sus condicionamientos ambientales, biológicos o psicológicos. El filósofo asesor invita a su interlocutor a reconocer vivencialmente ese centro incondicionado y libre, a establecerse en ese fondo lúcido más originario que sus contenidos psíquicos cambiantes.

 

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Parte de que la filosofía es y ha de ser operativa, es decir, de que la comprensión filosófica es intrínsecamente transformadora, de que no hay más fuente de transformación radical que el incremento de nuestra conciencia. No hablamos de que la comprensión sea un medio para la transformación, pues la comprensión filosófica es siempre un fin en sí. Aludimos a un tipo de comprensión que es en sí misma, siempre, transformadora y liberadora. Por eso, el indicio que de que esta comprensión ha tenido lugar es la transformación profunda: la creciente autenticidad y libertad interior, la serenidad lúcida, la coincidencia con uno mismo, la superación del sufrimiento evitable.

 

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El AFS busca educir la sabiduría interna latente en el consultante a través de un diálogo mayéutico que se orienta a favorecer su comprensión autógena. Se diferencia, por tanto, de los enfoques en los que el asesor ofrece unilateralmente consejos o respuestas, pues consideramos que estas no pueden suplir las comprensiones que el consultante alcanza por sí mismo, las únicas que son realmente suyas y que le permiten ir un paso más allá con respecto a su nivel de conciencia actual.

 

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El AFS entiende que solo cabe calificar a una actividad de “filosófica” cuando cumple con la exigencia de radicalidad, es decir, cuando concierne a las denominadas cuestiones últimas, como, por ejemplo: quién soy yo (no solo cómo soy yo), dónde radica mi verdadero bien, cuáles son los fines últimos de mi vida, cuáles son mis actitudes básicas ante la realidad, etcétera. Esto aparta esta concepción del AF de aquellos enfoques en los que se abordan asuntos particulares planteados por el consultante sin radicalidad filosófica: sin sacar a la luz la filosofía personal del consultante en lo que concierne a las señaladas cuestiones últimas, y sin llevar a cabo una indagación filosófica al respecto.