Escuela de Filosofía Sapiencial

«Es preferible un solo maestro de vida frente a mil maestros de la palabra»

Maestro Eckhart

ARTISTAS DE NUESTRA PROPIA VIDA

 

«Todos estamos llamados a ser artistas de nuestra propia vida. Prueba de ello es que no hay dolor superior al que acompaña a la conciencia de no haberlo sido, de no haber vivido en toda la hondura de esta palabra, de no haber movilizado nuestras más propias y profundas posibilidades. Las grandes tradiciones de sabiduría son unánimes al recordarnos que poseemos un potencial magnífico del que con frecuencia estamos desconectados o que ni siquiera sospechamos. Estamos dormidos a nuestro verdadero ser cuando permanecemos confinados en las estrechas fronteras de lo conocido, en el circuito cerrado en el que nos mantienen nuestras limitadas concepciones sobre nosotros y sobre la realidad. Extraños para nosotros mismos, viviendo solo una parte ínfima de lo que somos, sin haber recorrido nuestras cimas y nuestros abismos, sin haber vislumbrado nuestro auténtico ser y su grandeza, nos enajenamos igualmente del contacto pleno con los demás y con la totalidad de la vida. Abandonar este confinamiento de nuestra mente y de nuestras pequeñas vidas es uno de los objetivos de la filosofía sapiencial».

 

Mónica Cavallé, El arte de ser

«El discurso filosófico no esculpe estatuas inmóviles, sino que todo lo que toca desea volverlo activo, eficaz y vivo. Inspira impulsos motores, juicios generadores de actos útiles, elecciones a favor del bien» (Plutarco).

Según la idea que parece hoy dominante en la calle, la filosofía sería una árida, abstrusa y ardua disciplina intelectual, solo asequible a especialistas y cultivada en  los centros académicos, y cuyos temas parecen alejados de los problemas cotidianos; el filósofo, en el mejor de los casos, es visto como un pensador que aloja en su cabeza una comprensión más profunda o más extensa del mundo y del ser humano, sin que esa comprensión tenga efectos transformadores en la vida concreta. Las palabras citadas del filósofo Plutarco nos hablan, en cambio, de una filosofía bien distinta, claramente comprometida con el desarrollo personal y la formación ética de los ciudadanos.

Esta última concepción de la filosofía es la que desea promover la Escuela. Los filósofos vinculados a ella aspiran a que la reflexión filosófica esté presente en todos los ámbitos de la vida humana, y buscan rescatar la antigua concepción originaria de la filosofía como sabiduría vital con poder para sanar al individuo y dar plenitud de sentido a su existencia.

 

En la Edad Antigua así nació la filosofía: como un amor al saber que incumbía al ser mismo del sujeto humano y se reflejaba en su estado interior y en su manera de afrontar sus circunstancias cotidianas. Sócrates apelaba de este modo a un ateniense: «¿No te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y en cambio no te preocupas ni te interesas por la sabiduría, por la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?». Platón animaba a no perder tiempo en estudios superficiales y a concentrarse prioritariamente en la ciencia que tiene como fin la formación del carácter, la vida buena y la salvación del alma. Y Marco Aurelio aseguraba que sólo la filosofía podía guiar al ser humano en medio de una vida compleja e imprevisiblemente cambiante.

Según esta concepción originaria de la filosofía que hoy se quiere recuperar, toda persona puede y debe ser filósofa. Lo es en la medida en que no se conforma con vivir sometida al dictado de la costumbre, de las convenciones sociales y de las creencias vigentes, y aspira a ser dueña de su vida, eligiendo sus metas y examinando sus experiencias para extraer de ellas sus propias verdades y orientar autónomamente su acción. Aunque el ritmo demasiado acelerado de la vida actual parezca arrebatarnos el tiempo y el sosiego necesarios para practicar una reflexión serena y rigurosa sobre lo que nos pasa y sobre el fundamento de nuestras convicciones, expectativas y esperanzas, tal reflexión merece ser una compañera inseparable, porque solo es verdadera vida humana aquella que se hace lúcida a sí misma y, por tanto, libre.